Religión
Ordenación Sacerdotal de Henry Pire: un nuevo Pastor al servicio de la Iglesia

Este 16 de noviembre la parroquia San José de Siquisique del municipio Urdaneta, fue el lugar escogido para celebrar la Santa Misa de Ordenación Sacerdotal del diácono Henry Orlando Pire Pineda. La Eucaristía fue presidida por Mons. Carlos Curiel, Obispo de la Diócesis de Carora, quien por la Imposición de Manos y la Oración Consecratoria ordenó al nuevo presbítero.
El Obispo de Carora estuvo acompañado de sacerdotes del Clero Diocesano y durante su homilía destacó la importancia del sacerdote como guía espiritual, asi como la alegria y entrega de la vocación sacerdotal.
«El Pastor tiene que tener visión y mirar hacia el horizonte. Dios te ha llamado, para ser ese Pastor bueno y misericordioso» fueron palabras de Monseñor Curiel para el nuevo sacerdote de esta Iglesia Local.
De igual manera pidió no temer a este llamado asegurando que «el Buen Pastor te dirá, tú irás a donde te envie y dirás todo lo que yo te ordene, no temas».

El ahora Pbro. Henry Orlando Pire Pineda nació en el caserio » Agua Buena» zona cercana a la población de Siquisique. Desde pequeño sirvió a la Iglesia como monaguillo, reforzando su formación religiosa en la parroquia San José de Siquisique. Su formación sacerdotal la realizó en el Seminario Nuestra Señora del Socorro en la ciudad de Valencia.
Actualmente está a cargo de la Parroquia Nuestra Señora de Altagracia y Santo Domingo de Guzmán de Curarigua, poblado ubicado en el municipio Torres.
Prensa Diócesis de Carora
Fotos @parroquiasanjosesiquisique
Nacional
A 125 años de la Consagración al Santísimo Sacramento

Desde el inicio de lo que es hoy Venezuela, se enseñó y cultivó la fe en la presencia de Jesús en la hostia consagrada. En 1527, en la que se llamaba Ciudad Pontificia de Coro, se celebró la primera misa en Venezuela, y en Caracas se celebró en 1567. La primera fiesta del Corpus Christi se celebró en Coro en 1582 y en Caracas en 1590. Es decir, en tierra venezolana, desde sus inicios, se reconocía que el Señor está presente allí, verdaderamente en su cuerpo, sangre, alma y divinidad.
A lo largo de los años, en Venezuela se han desarrollado devociones como las horas santas, las asambleas eucarísticas, los congresos eucarísticos, las cofradías del Santísimo Sacramento, así como tradiciones y manifestaciones religiosas, como la de los Diablos Danzantes, donde se expresa la convicción del triunfo de Dios sobre el pecado y la muerte adorándolo en la Eucaristía.
Se fundaron congregaciones religiosas que asumieron como carisma la adoración a Jesús e Eucaristía, tal como lo hicieron la Madre María de San José, la Madre Candelaria de San José, la Madre Carmen Rendile, las Siervas del Santísimo Sacramento, así como muchos devotos de la Eucaristía, como el doctor José Gregorio Hernández, la Madre Isabel Lagrange, la Madre Emilia de San José.
Recordemos también que hace 1890 se vivían tiempos duros de persecución religiosa, divisiones, peligros de diversos tipos, y el padre, Juan Bautista Castro, trabajó por la consagración del país al Santísimo Sacramento, pues lo consideraba como el único recurso para salvar al país. Su labor y empeño logró que el Papa, León XIII, le otorgara el privilegio de esta consagración, acto que se celebró solemnemente el día 2 de julio de 1899 por parte de todos los obispos de Venezuela. Ese día, en acto público y solemne, se rezó la siguiente consagración.
«Soberano Señor del Universo y Redentor del Mundo, Clementísimo Jesús, que por un prodigio inenarrable de tu caridad te has quedado con nosotros en este sacramento hasta el fin de los siglos, aquí venimos a tus pies a proclamarte solemnemente y a la faz del cielo y la tierra que eres nuestro único Rey y Dominador Santísimo, a quien consagramos todos nuestros afectos y servicios, y a quien ponemos todas nuestras esperanzas. Tú eres nuestro Dios, no tenemos otro Dios delante de ti. En tus manos ponemos nuestra suerte y con ella los destinos de nuestra patria. Muchos te hemos ofendido y, como el hijo pródigo, hemos decepado en los desórdenes tu herencia. Perdónanos, porque ya volvemos con espíritu contrito a tu casa y a tus brazos. Recíbenos, Salvador nuestro, concédenos que venga a nosotros tu reino eucarístico. Levanta bien alto tu trono en nuestra República, a fin de que en ella te veas glorificado por singular manera y sea honra nuestra de distinción inapreciable el llamarnos la República de Venezuela del Santísimo Sacramento del Altar. Te entregamos cuanto somos y cuanto tenemos. Cubre nuestra ofrenda con tu mirada paternal y hazla aceptable y valiosa en tu divina presencia. Otra vez te pedimos nos recibas, que no nos deseches y que este acto de nuestro amor y de nuestra gratitud sea repetido cada vez con mayor fervor de generación en generación, mientras Venezuela exista, para que jamás las partes de tu sagrado corazón. Que así sea para nuestra vida del tiempo y después, por los siglos de los siglos. Amén».
Amigos, recemos hoy y estos días esta consagración buscando el amor de Dios en nuestra vida, porque sabemos que con Dios ¡siempre ganamos!
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