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Opinión

Últimos días del libertador en 1830.

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A propósito del deceso de Simón Bolívar en 1830, en el primer boletín del Dr Alejandro Próspero Reverend, último médico que atendió la salud del “Padre de la Patria”¹ Podemos apreciar en ese diario el estado crítico de salud en que se encontraba Bolívar el 1 de diciembre de 1830, Reverend lo recibe en Santa Marta venía el libertador de Sabanilla “(…)a las siete y media de la noche…, Habiendo venido a tierra en una silla de brazos, por no poder caminar, le encontré en el estado siguiente: cuerpo muy flaco y extenuado. La voz ronca, una tos profunda con esputos viscosos y de color verdoso(…)”² En este primer registro del Dr Reverend podemos apreciar que comenzaba la lucha entre su vida y la muerte.

Un pequeño respiro de alivio.

En el boletín número 7 del Dr Reverend, expresa que Bolívar tiene un pequeño alivio de su terrible lucha contra la enfermedad que le hacía estragos y afligía su condición física, “S.E pasó una buena noche y el día contento, alabando mucho la mudanza de temperamento, o más bien de hallarse en el campo. El pulso permaneció siempre regular, y observe poca cantidad de esputos. Además de la medicina ya indicadas, tomo un baño emoliente tibio, y no tuvo novedad. Es el mejor día que ha tenido S.E después de su llegada.”³

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Reconoce que está perdiendo su batalla final.

Para el día 10 de diciembre, el hombre de las dificultades el luchador acérrimo de la libertad, reconoce que está dando su batalla final, y comienza a despedirse antes de llegar al sepulcro, se ve resignado y prácticamente obligado hacer su última proclama que según el Dr Reverend “Apenas pudo llegar a la mitad, su conmoción no le permitió continuar”⁴ Allí se dirige a todos los pueblos de “Colombia” expresando su más grande amor por la libertad, el perdón a sus enemigos y pidiendo la unidad para sostener la patria grande, que tanto esmero y sacrificios les costó a los paladines patriotas leales a su causa, para su consolidación. Aquel hombre que había sacrificado todo por la felicidad de su patria, esos últimos días se encontraba destrozado por todo los males que le acontecía al proyecto de la gran Colombia y a su cuerpo, y lo podemos corroborar cuando expresa en su testamento, en la novena petición “Ordeno que los papeles que se hallan en poder del señor Pavageau, se quemen.”⁵ El final de esos últimos días, fue incalculable su dolor y sufrimiento, porque pidio que todos sus documentos políticos, sus ideas, discursos y proclamas desaparecieran entre nosotros, cosa que afortunadamente no paso, siendo así violado su mandato el cual solicito antes de expirar del mundo terrenal, lo que nos ha permitido a todos nosotros conocer mucho más del sol de América.

La última carta que escribe.

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Simón a pesar de que había reconocido, que perdería la batalla final no dejaba de pensar en el proyecto de la gran Colombia. Todavía luchaba de alguna forma por tratar de sostenerla y para ello escribe una carta al General Justo Briceño el 11 de diciembre de 1830, allí en la misiva rogaba para que cesarán los conflictos y hubiera reconciliación, también deseaba la unión y el orden. El día siguiente llega a la hacienda San Pedro Alejandrino donde se encontraba Bolívar, su amigo Perú De La Croix quien lo ayudo a escribir el “Diario de Bucaramanga” y le encontraba en un “estado cruel y peligroso de enfermedad”⁶ Lo acompañó hasta el día 16 de diciembre y le escribe una carta a Manuelita Sáenz para explicarle que el libertador estaba en un estado de agonía que hacía llorar a todos sus amigos que lo rodeaban, prácticamente en brazos de la muerte, entonces nos es verdad lo que se dice de que Bolívar murió sólo, lo acompañaba más de una decena de amigos leales a su causa y proyecto político. llegará el día funesto, el 17 de diciembre donde el Libertador dejo de respirar, fue el último suspiro del ilustre y más sobresaliente paladín de la causa independentista, fue un día de luto para toda la patria, y toda Colombia lloro la perdida inmensa que tuvo la Republica, el General Ignacio Luque exclamó: “Ya murió el sol de Colombia”⁷

Ironías de la vida.

Quien se imaginaría, el libertador de los pueblos de América Latina y presidente de la gran Colombia, el que entrego prácticamente todo y su vida por la causa emancipadora, que sus últimos votos fueran escuchado por un humilde sacerdote acompañado de indígenas de Santa Marta que llegaron a pies a la finca, y fuera el que le administra los sacramentos, y además fuese enterrado en su momento sin los honores que le correspondía.

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Pero que ironías de la vida para el libertador, porque sería el 16 de diciembre de 1842, que entrará a Caracas su osamenta, por diligencias de Páez, paladín convertido en un oligarca que lo traicionó participando en la cosiata, movimiento que desmembró la gran Colombia.

Hace 180 años, los restos de el libertador fueron trasladados en una extraordinaria procesión, que pernocto en la iglesia de la Santísima Trinidad (hoy Panteón Nacional).

El pueblo de Caracas y de algunas regiones del país acompañaron al “Padre de la Patria” detrás del gran carruaje construido en París; todas las calles, casas y ciudadanos mostraban riguroso luto; la gran parada militar la comandó el siempre leal general Rafael Urdaneta, con su uniforme de gala y el sable que le regaló Bolívar.

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El 13 de diciembre, estaban los restos del libertador frente a la Guaira, esperando varias embarcaciones nacionales y extranjeras con sus banderas a media asta, para agregarse al gran cortejo naval.

El día 15 de diciembre fue bajado a tierra el ataúd, el general Juan Uslar, llegó de Valencia, portando el uniforme con el que combatió al lado de Bolívar, cuyos restos pernoctaron en la iglesia de ese puerto.

1. Termino acuñado por Luis Perú De La Croix en carta a Manuelita Sáenz del 12 al 16 de diciembre de 1830.
2. Bolívar el libro del 1830-1980 sesquicentenario pág 18
3. Ibem pág 21
4. Ibem pág 42
5. Ibem pág 6
6. Ibem pág 33
7. Ibem pág 47

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Opinión | Carora, su pueblo y su alcalde

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- Sabado 070924 Ramon Guillermo Aveledo 1392x783 1

Barquisimetano con ancestro cabudareño como soy, saben ustedes que Carora tiene un lugar muy especial en mis afectos. Su fundamento son amistades entrañables, largos años de visitas y trabajo en su extenso y variado municipio cuyo paisaje geográfico y humano no me esconde secretos, viva simpatía por esa personalidad singular de los caroreños, admiración por grandes venezolanos que son hijos suyos, como Ramón Pompilio y Chío, Pastor Oropeza y los dos Ambrosios, Perera y Oropeza, Monseñor Montes de Oca y Alirio Díaz, Guillermo Morón y Rodrigo Riera, para dejar la cuenta chiquita y cómo no, afición compartida por su colosal gastronomía, me ligan a esa tierra áspera y brava, como la llamaba Luis Beltrán Guerrero, otro grande en la escritura magnífica y el apetito voraz.

 

Nada de lo que ocurre en Carora me es indiferente. Por eso no puedo callar ante la sañuda persecución de la que ha sido objeto el alcalde Javier Oropeza, electo por el pueblo torrense para gobernarlo y que en tres años de gestión intensa ha demostrado competencia, disposición al diálogo con todos, dedicación integral al cumplimiento de su deber y la mayor responsabilidad. Lo atestiguo no sólo por la amistad que me une a él y a su familia, sino porque me consta. El suyo es un liderazgo afianzado en el reconocimiento de todos los sectores de la sociedad y el afecto popular que parece lo más difícil de perdonar por la mezquindad de algunos.

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En noviembre del año pasado fue la vez más reciente que estuve por esos lados, justamente para la Feria de Proyectos de Desarrollo Económico Local, en el Teatro Alirio Díaz, fruto elocuente del trabajo concertado, participativo y protagónico como dice la Constitución, entre el gobierno municipal, la sociedad civil y el empresariado de allá. Sinceramente, daba gusto.

 

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En medio de una campaña feroz de señalamientos sin fundamento y amenazas, primero fueron la casa familiar, la finca y el periódico. Luego, el Concejo Municipal declaró su ausencia y designó reemplazante, en violación flagrante de la Ley Orgánica del Poder Público Municipal, cuyo artículo 87 detalla los supuestos y las formas de decidir sobre ausencias temporales y definitivas del jefe del gobierno local y que por cierto, in fine, prescribe que “Se consideran ausencias absolutas: la muerte, la renuncia, la incapacidad física o mental permanente, certificada por una junta médica, por sentencia firme dictada por cualquier tribunal de la república y por revocatoria del mandato.”

 

El pueblo del municipio Torres no se merece el trato arbitrario del que está siendo objeto, porque son sus derechos –y no sólo los de un funcionario- los que se conculcan cuando así se procede.

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No es que no me dé cuenta de la realidad actual, pero me resisto a dar por descontado que cómo se hace y que la Constitución y la ley, como aquellas órdenes del rey de España que me dijeron en las clases de Historia en mis años lisandristas, “se acatan pero no se cumplen”. Y protesto.

Ramón Guillermo Avelado

Publicación realizada en ElImpulso.com

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